Aquel día especial volvía a ser
un día tristemente normal. Cada año me decía a mi mismo que el próximo sería
distinto, me lo tomaría libre, me lo regalaría, me relajaría, me daría algún
capricho sibarita y esperaría a mi familia con algo especial cuando volvieran a
casa de sus quehaceres, pero una año más me había vuelto a defraudar a mí mismo
y por pereza o por dejadez, ya no importaba, el día de mi cumpleaños volvía ser
un día mas.
Como cada tarde entre en el
garaje de casa y volví a encontrar las bicis de los niñas tiradas en mitad de
la plaza de aparcamiento y el coche de mi mujer mal aparcado y me dije a mí
mismo “hoy no me pienso enfadar”, respire hondo baje pacientemente del coche y
me dispuse a hacer hueco en el garaje, pero algo llamó mi atención en ese
momento, algo estaba especialmente tranquilo, había algo en el ambiente que no
encajaba en ese día normal, pero volví a centrar mi atención en las dichosas
bicicletas y me dispuse a terminar con lo que estaba haciendo.
Entre en casa por la cocina como cada
día y entonces no tuve ninguna duda de que algo fuera de lo habitual estaba
pasando. La casa estaba especialmente silenciosa, cuando lo habitual era
escuchar a las niñas correr y gritar, todo estaba en penumbras y había un olor
en el aire que en ese momento no supe identificar. Por un instante mi mente creyó
encontrar la respuesta a lo que sucedía… mi chica había preparado una fiesta
sorpresa para mí ¡que amor! No tenia duda alguna de que al abrir las puertas
correderas del salón habría un montón de amigos y familiares gritando ¡SORPRESA!
Como si se tratase de la típica peli yanqui de serie B y cuando lo hice, efectivamente
hubo un sorpresa, pero el “sorpresa” solo sonó en el interior de mi mente al
ver que el salón estaba completamente vacío y en penumbra.
Un centenar de velas distribuidas por todo el salón y un
olor suave pero intenso a Ilan Ilan que ahora sí que identificaba sin ninguna
duda, convertían el salón en un lugar cálido y seductor. Porcelain de Moby sonaba como un susurro de
fondo, la chimenea chispeaba encendida y sobre la mesa del salón un paquete envuelto
en seda roja junto a una botella de Moët y dos copas sujetaban una nota
doblada.
Dejé caer la chaqueta sobre el
sillón y cogí la nota: “!Felicidades cariño! Como eres un perezoso, este año yo
me encargo de hacer de este día algo que nunca olvidaras”
Noté su abrazo desde detrás, cálido,
sensual, su perfume era inconfundible para mí y su aliento en mi cuello erizo
mi piel –Quiero que te quites la corbata y que te tumbes, hoy me encargo yo de
todo, ponte una copa, tu regalo está a punto de comenzar- cuando me giré para
cumplir con sus ordenes a penas me dio tiempo a ver como desaparecía en la
penumbra de la puerta del salón. Me quité los zapatos, la corbata, me desabroché
algunos botones de la camisa, me puse esa copa de champagne y me dejé caer
sobre el sillón.
Mis pupilas se dilataron como las
de un felino que ve su presa en la oscuridad, por un segundo pensé que los
destellos de las velas estaban distorsionando lo que percibía mi retina, a
medida que se acercaba, la realidad era cada vez mas irrefutable, pero también más
increíble, mi mente funcionaba al ciento veinte por cien buscando una
explicación creíble a lo increíble. Ella caminaba lentamente hacia mí, un corsé
negro dibujaba su pecho y si cintura y su ligero dibujaba la curva de su cadera
para morir mordiendo unas preciosas
medias negras de rejilla, su sexo depilado casi en su totalidad quedaba al
descubierto y se contoneaba hipnotizante acompasando el paso que marcaban las agujas
de sus tacones.
Tras ella y de su mano una muñeca
de porcelana se acercaba con una sonrisa que era preludio de lo que sin duda
iba a suceder. Era algo más alta que ella, maquillaje perfecto, dientes
perfectos, tez clara, pelo negro liso y dos coletas que le daban un aspecto muy
juvenil. Una blusa blanca sin abrochar y anudada dejaba entrever su pecho
generoso, falda de tablas escocesas y medias blancas por encima de la rodilla
culminaban un disfraz cargado de morbo.
Clara me miro sonriendo –cariño,
te presento a Carmen… parte de tu regalo de cumpleaños, y del mío!- Yo no podía
mover ni un solo músculo de mi cuerpo, mitad incredulidad mitad sorpresa, estaba
absolutamente paralizado. Se sentaron muy despacio junto a mí y en ese momento
deje de existir para ellas. Una frente a la otra se miraron durante unos
segundo estudiando sus rostros, Carmen comenzó a recorrer cada ángulo de la
cara de Clara como si sus ojos no lo pudieran hacerlo y Clara comenzó a tocar
sus pecho por encima de la camisa, sus bocas se acercaron lentamente y muy
despacio comenzaron a probar la una de la otra. Carmen acariciaba el contorno
de Clara queriendo memorizar sus curvas mientras ella no dejaba de recorrer sus
tetas con la yema de los dedos pero ya sin pudor y con descaro.
La escena no podía ser más
excitante, yo me había recostado sobre el sillón y disfrutaba del espectáculo
que a esas alturas había provocado una tremenda inflamación en mi sexo. Una
mano de Carmen ya acariciaba con habilidad el sexo de Clara y recorría con
dedos hábiles su gruta untando su flujo por sus labios que en ese momento ya
estaban hinchados, mientras sus bocas se comían mutuamente.
Clara se dejó caer de rotillas
frente a mí y me desabrochó el pantalón mientras yo me quitaba la camisa comenzando
a lamer mi rabo al tiempo que con una mirada fugaz y picara animaba a Carmen a
sumarse a la tarea. Ver como las dos lamian al unísono mi polla fue una visión
que casi me llevó al límite de lo soportable, pero no quería terminar el primer
asalto así y algo cambio mi centro de atención. Carmen dejaba su tarea para
retroceder un poco y comenzar a comerse el coño de Clara desde detrás. El gesto
de placer en la cara de Clara fue demoledor, Carmen tenía su cara metida entre
las dos nalgas de mi mujer y se la comía con un apetito voraz y ésta apenas
conseguía mantener la concentración necesaria para continuar con la mamada, fue
entonces cuando llego una corrida que no pude contener ni un segundo más… mi
leche inundo su boca en un estallido de calor que tensó mi cuerpo, la succión
no paraba y convirtiendo la corrida en una tortura absolutamente placentera,
mis manos intentaban separar su boca de mi rabo, pero las suyas presionaban mi culo
en una lucha por no dejar salir de su boca mi polla y entonces entendí que la
responsable estaba detrás de ella, Carmen seguía comiéndose el coño de Clara
mientras esta se corría y me ordeñaba impulsivamente…
Durante unos segundo me quede
completamente relajado sobre el sillón, no podía abrir los ojos, mi pulso
estaba por encima de ciento cuarenta y un hormigueo recorría todo mi cuerpo.
Cuando levante la mirada, Carmen se aplicaba lenta pero laboriosamente a
recorrer mi rabo desde su base hasta la punta con su lengua, despacio, metódica,
pero implacablemente. Me miró sonriente – ¿no pensarás que esto ha terminado?
Clara estaba tumbada boca arriba
y ésta vez era ella la que con la cara metida en la faldita tableada hacia
disfrutar a Carmen. La forma de lamerme y la idea de que mi mujer le estaba
comiendo el coño a aquella preciosidad, fueron motivos más que suficientes para
que mi rabo se pusiera en marcha rápidamente… la camisa de Carmen había
desaparecido y sus senos se balanceaban al ritmo de su boca entrando y saliendo
de mi sexo al tiempo que lo masturbaba. Clara se colocó a horcajadas sobre mí-
Cariño, necesito rabo!- y lentamente comenzó a penetrarse. Mi polla encajó de
una sola embestida en su cálida gruta y comenzó a bailar sobre mí frotando con
habilidad su clítoris sobre mi pelvis, yo estaba completamente tumbado sobre el
sillón y sus tetas acariciaban mi pecho en cada movimiento rítmico y entonces
vi la cara de Carmen aparecer sobre el hombro de Clara. Notaba como sus manos
jugaban con su culo y como el ritmo y la excitación iban incrementándose… y de
repente se detuvo, no entendía que estaba sucediendo, los ojos y su boca
entreabierta me decían que algo sucedía y cuando miré el reflejo en el cristal
de la vitrina lo entendí… Carmen no siempre se había llamado así, de debajo de
su faldita tableada se abría paso un rabo de proporciones muy respetables que
se disponía a irrumpir en el culo de mi mujer. La escena era tan sorprendente
como excitante. Su cabeza se echó hacia atrás mientras Carmen la penetraba.
Podía
notar en mi rabo como el de Carmen se abría paso en su culo, por un instante
nos quedamos quietos y Clara gimió –aaaaaaaah- y comenzó a moverse pidiendo que
la follaran. Las dos pollas entraban y salían de ella en una danza lujuriosa,
sus pechos saltaban, sus uñas se clavaron en mi con fuerza –darme, darme más,
no paréis darmeeeee- el ritmo era frenético, el sonido de Carmen golpeando con
sus ingles en el culo de Clara, el roce de su clítoris contra mí, el brillo del
sudor en su cuello… y su cuerpo se convulsionó, sus piernas me presionaron con
fuerza y se corrió como creo que nunca lo había hecho antes, por un instante pude
ver por encima de su hombro como Carmen también se corría embistiéndola con
fuerza, yo giré la cabeza para ver de nuevo la escena en aquel cristal y la
bombee toda mi leche con todas las fuerzas que me quedaban… durante unos
segundos nos quedamos tumbados los tres unos sobre el otro.
-Felicidades amor! no sabría
decirte quien ha disfrutado más de tu regalo!
-¡Tenias razón, nunca olvidaré
este día! !Te quiero!