viernes, 10 de febrero de 2012

RELATO II.- TATUAJE

El entreabrió los labios y Odín sintió la punta de su lengua.  Augusto se humedeció dos dedos y mirándole fijamente a los ojos, los introdujo en la boca de Odim, haciendo separar los labios de ella.  El le mordisqueó suavemente el labio inferior, lo que produjo que Odim sintiera un ligero vértigo.
-         Abre la boca solo un poco. Dijo Augusto.
Odín hizo lo que le pedía. Y sintió la lengua de él acariciándole los labios, introduciéndose entre sus dientes separados y tanteando en su boca hasta encontrar la suya…
-         Así… susurro Augusto.

Odim levantó la cara y cerró los ojos. Al cabo de un instante, sintió la boca de él sobre la suya. Abrió los ojos, vaciló  y después nerviosa, metió la lengua en la boca de Augusto. Al hacerlo repitió aquella sensación de éxtasis. Se vio embargada por la necesidad de tenerle abrazado, de tocar su piel y su pelo, de sentir sus músculos y sus huesos, de estar dentro de él y tenerle dentro de ella. Sus lenguas se encontraron y, se sintió excitada al hacer algo tan íntimo como tocar con su lengua la de Augusto.
            Ahora ambos jadeaban. El sostenía la cabeza de ella entre sus manos y  Odím le acariciaba los brazos, la espalda y luego las caderas, sintiendo los músculos tensos y fuertes. El corazón le latía con fuerza. Por último, ya sin aliento, apartó los labios.
            Odim lo miró, tenia la cara enrojecida, jadeaba y en su rostro se reflejaba toda la intensidad del deseo. Al cabo de un momento se inclinó de nuevo, pero en lugar de besarla en la boca le levantó la barbilla y besó la suave piel de su garganta. Odim escucho su propio gemido de placer. Bajando aún más la cabeza, Augusto rozó con los labios el nacimiento de su seno. A Odim se le inflamaron los pezones debajo de su vestido al tiempo que los sentía insoportablemente tersos. Los labios de Augusto se cerraron sobre uno de ellos, y sintió en la piel su aliento abrasador.
-         Despacio mi vida. Murmuró.
El la besó el pezón a través del vestido y a pesar de que lo hizo de la manera más suave posible, Odim  experimentó una sensación de placer tan aguda que fue como si le hubiera mordido, y lanzó  un leve grito entrecortado.
      Augusto cayó de rodillas ante ella, apretó la cara contra su vientre. Odim sintió de pronto un hormigueo entre las ingles mientras Augusto levantaba despacito el vestido hasta la cintura. Ella le miraba, mientras el le besaba suavemente sobre sus braguitas, y pasaba su lengua arriba y abajo, despacito, como si fuera la cosa más maravillosa del mundo. Apretó con su mano su sexo y Odím cayó de rodilla también frente a él. Ahora ya respiraba entrecortadamente, igual que si hubiese corrido un kilómetro sin parar. Le necesitaba terriblemente. Sentía la garganta seca de deseo. Puso las manos sobre las caderas de él y luego deslizó una de ellas por debajo de su pantalón. Odim tocaba delicadamente su pene, estaba caliente y duro como un palo. Augusto cerró los ojos y dejo escapar un profundo gemido mientras ella acariciaba su miembro con la yema de los dedos. Finalmente, le  quitó el cinturón y abrió el pantalón, e inclinándose, se lo besó con un suave roce de labios. Tenía la punta tensa y un poco húmeda.
      De repente se sintió poseída por el deseo de mostrarle los senos. Se puso de nuevo de pie, Augusto abrió los ojos todo lo que podía, y ella sin dejar de mirarlo, se quitó rápidamente el vestido por la cabeza y la arrojó lejos. Ya estaba completamente desnuda. Se sentía extrañamente consciente de sí misma, y resultaba grato, Augusto contemplaba  sus senos  hipnotizado. Alargó su brazo y le toco el seno izquierdo con la mano derecha, se lo acarició suavemente, ella miraba hacia abajo observando lo que él hacia.

Al cabo de un momento quiso que lo hiciera con más fuerza. Le cogió las manos y se las apretó contra sus senos.
-         Hazlo más fuerte, necesito sentirte más hondo.
Las palabras de ella le enardecieron. Le acarició vigorosamente los senos y luego, cogiéndole los pezones se los pellizcó con la fuerza suficiente para que sólo le doliera un poco. Aquella sensación pareció enloquecerla. Se quedó con la mente en blanco, sintiéndose totalmente embargada por el contacto de sus dos cuerpos.
- Quítate la ropa, le pidió. Quiero verte.
            Augusto se despojó de toda su ropa y se arrodilló de nuevo ante ella, parecía nervioso y ágil,  su pene le sobresalía erguido como un árbol, Odim sintió deseos de besarle el pecho. Inclinándose hacía adelante rozó con los labios sus lisa tetillas, que se inflamaron al igual que los pezones de ella. Las mordisqueó suavemente con el ansia de hacerle sentir el mismo placer que él le había producido, Augusto le acariciaba el cabello.
            Odim quería sentirle dentro de ella, cuanto antes, … le cogió las manos y se las puso entre las piernas. Tenía aquella parte inflamada y sensible y el roce de él fue electrizante. Acaríciame, le susurro, méteme los dedos. Augusto introdujo en ella un dedo vacilante. Estaba húmeda a causa del deseo.
            Ahí, … así…dijo ella, y soltó un suspiro de placer. Le soltó la mano y se tumbó en la cama. Augusto se tumbó sobre ella y, apoyándose en un codo la besó en la boca. Odin le sintió entra un poco y luego detenerse.
            Que pasa?- le preguntó.
            Tengo miedo de hacerte daño.
            Empuja más fuerte. Te deseo tanto que no importa que duela. Le sintió empujar. Dolía,  pero fue sólo un instante, el placer de tenerle dentro superaba cualquier dolor, y  se sintió maravillosamente colmada. Le miró, él se retiró un poco y empujó de nuevo. Ella empujó a su vez, a su ritmo.


            Augusto cerro los ojos como si fuera incapaz de resistir tanta felicidad. Empezó a moverse rítmicamente, junto a ella, dentro de ella, unido a ella. Los impulsos constante producían en Odim una sensación de placer en alguna parte del pubis. Se escuchó a sí misma dar pequeños gritos de excitación cada vez que se juntaban sus cuerpos. El se bajó hasta tocar con su pecho los pezones de ella, y Odim sintió su ardiente aliento. Apretó la fuerte espalda de él. Su jadeo regular se transformó en gritos. De repente sintió la necesidad de besarle, hundiendo sus dedos en el cabello de él atrajo su cabeza hacia ella. Le besó con fuerza en los labios y luego, metiéndole la lengua en la boca, empezó a moverse cada vez más deprisa. Tenerle a él dentro al tiempo que su lengua estaba en la boca de él la hizo enloquecer de placer. Sintió que la sacudía un espasmo inmenso de gozo, tan violento como si cayera de un caballo y se golpeara contra el suelo. Gritó con fuerza. Abrió los ojos y, mirándolo fijamente, pronunció su nombre. Entonces la invadió otra oleada y luego otra. Sintió también que el cuerpo de él se sacudía, al tiempo que dentro de ella se derramaba un chorro cálido que la enardeció aún más haciéndola estremecerse de placer una y otra vez hasta que, la sensación pareció empezar a desvanecerse y su cuerpo fue quedando completamente relajado.
            Se mostraba demasiado exhausta para hablar o moverse, pero sentía sobre ella el peso de Augusto, sus caderas contra las suyas, su pecho rozando sus senos, su boca junto a su oido y los dedos enredados en su pelo, estaban juntos, unidos, tatuados el uno en el otro. Parte de su mente pensaba de un modo vago. La respiración de Augusto se hizo más leve y regular, y su cuerpo se quedó completamente relajado. Odim volvió la cabeza hacia Augusto, le besó en la cara, le sonrió, ansiaba que quedara así para siempre, junto a ella, como un tatuaje. Así era ya.

1 comentario:

Utópica dijo...

El erotismo de este relato es indudable, enhorabuena, me encanta la ternura y amor con la que está tratado.
Besos