miércoles, 29 de febrero de 2012

RELATO VIII.- LA CITA

Ella estaba inquieta, nerviosa, ante la expectativa de una noche nueva y diferente, una noche que la transportaría a un mundo nuevo de fantasía y deseo, pero realmente quería hacerlo, no estaba segura, sentía que la congoja anudaba su estómago.
Siguió un rato más disfrutando del momento, sintiendo como las gotas de agua que caían cálidas desde la ducha recorrían su cuerpo, quería alargar lo más posible ese momento, sentía miedo, la hora de su cita se acercaba y todas las sensaciones se entremezclaban en su interior. 
Se sentía culpable, con aquella cita, aunque no pasará simplemente de eso, ya estaba traicionando a la persona con la que convivía, puesto que aunque fuera una simple reunión de amigos se había planificado a escondidas de él, se había dado una excusa cualquiera para disponer de la noche libre. Por lo tanto, esa noche ya nunca podía ser algo inocente y como no era inocente, ella se sentía a la vez excitada y asustada, se estaba duchando, perfumando y vistiendo para otro.
Deseaba que la noche fuera perfecta, que se cumplieran sus deseos más escondidos e inconfesables. Había descubierto que su amigo tenía un fetichismo que a ella le resulto coqueto y encantador, así que le sorprendería vistiéndose para él. De arriba a abajo eligió con mucho cuidado las prendas que se iba a poner. Tanguita y sujetador blancos de algodón, una camiseta que se entallaba tanto a su cuerpo que era una segunda piel y un pantalón ajustado todo blanco, puesto que a su pareja de esa noche le encantaba ese color.
Tomo el transporte público echa un manojo de nervios, habían quedado para reunirse en un moderno restaurante, de cocina de diseño, elegante y funcional, ella llego temprano, sabía que él sería puntual, siempre lo era y en aquella ocasión más. Llegaron prácticamente a la vez, ella estaba pidiendo un vino blanco en la barra cuando él entró por la puerta. Ella sintió como unos ojos se clavaban en su espalda y noto unos pasos que se aproximaban, se volvió ligeramente y le sonrío. El no se pudo resistir a besarla allí mismo, poso con suavidad una de sus manos en su cintura y con la otra le tomo del cuello suavemente girándole ligeramente la cabeza para poder besarla con mayor comodidad.
Ella sintió como un agradable calor recorría su cuerpo y como respondía al beso sin ninguna resistencia atrás habían quedado las dudas y la culpa, estaban solo él y ella en ese restaurante, en ese momento, lo demás no importaba, se había borrado. Disfrutaron de una agradable cena, tomándose unas cuantas copas de vino, preparando el terreno para un momento más intimo que no tardaría en llegar.
Él se había encargado de reservar una bonita habitación en un hotel muy agradable en el centro de la ciudad, apenas si tardaron unos minutos en llegar desde el restaurante. Había pasado por allí antes de ir al restaurante y había dejado una botella de vino enfriando en el mueble bar, se tomaron una copa, mientras sentados en el sofá de la habitación se comían a besos y se desnudaban con lentitud, mientras sus sentidos se centraban cada vez más en disfrutar el momento.
La excitación iba en aumento, él le dijo: ‘Gracias bella mía, por cumplir un sueño’. Ella le tomo la cara entre las manos y le beso con fruición, le tomo de la mano y le acercó hasta la cama para desatar sus manos en una locura de besos y caricias, gozando de cada momento de la calidez de sentir su piel contra la suya.

Un rato después la fría realidad volvió a aquella habitación de sábanas revueltas y ropas esparcidas, cada uno debía volver a su hogar con su respectiva pareja, pero aquel momento era suyo, era único y lo tendrían en su mente siempre, cada vez que estuvieran en una reunión de amigos y se rozasen sabrían que habían formado durante unas horas uno parte del otro y sería así para siempre. Sus miradas guardaban un secreto y sus cuerpos una pasión que nunca más se podría volver a desatar. 


AMIRA

1 comentario:

Utópica dijo...

Lo prohibido dentro de lo prohibido.
Excitante cita, sin duda.
Besos nena